Por Julio Mauricio Pacheco Polanco
He pensado mucho en el destino de los demás. Vaya forma tonta de perder el tiempo, y remedio para más eficaz para no pensar en el mío. Es que esto de andar consolándome con la idea de ser un genio ya no me resulta como cuando me creía el rollo, sí, el rollo, de tener una mente brillante. Igual, me tomo las pastillas, prendo la televisión, y me duermo viendo cómo las personas se arrancan los ojos por un pedazo de tierra, carne o ideas políticas que nadie se las cree. Que no tengo nada en contra de la televisión, particularmente a mí me ayuda a dormir, más que el internet, en el que siempre encuentro lo mismo de lo mismo.
Pero esto de pasarse todo el día sin hacer nada y sin ánimos de trabajar para otros ya no tiene remedio en mí. Bueno fuera que mis charlas semanales con mi terapeuta me ayudaran en algo, pero es que se la ha dado por soltar sus flatulencias, sonriéndome bobamente, mientras mentalmente me pongo a contarle sus arrugas y a pensar a cuántos tíos debe haberse follado en su consultorio. No es que quiera hablar mal de ella, solo sigo sus hábitos contagiados, esa costumbre de andar contando a todo el mundo las rarezas que le ocurren a sus pacientes, en medio de su aburrida vida, compartida entre reanimadores y locos de atar como yo.
Antes tenía la costumbre de entrar al chat para conversar con personas desconocidas y saber de lo que a mí no me pasa. Un día me llegó una invitación a mi correo sobre una sala privada donde se podía ligar sexualmente, (siempre virtualmente), con mujeres casadas pero solitarias, a quienes sus maridos no les cumplían en la cama, digamos por razones o cansancios laborales. El despelote fue cuando un viernes por la noche, una tía cuarentona follaba para sus seguidores desde una sala abarrotada por onanistas, en la que veía una triste polla ser introducida en la boca y el culo de una mujer que se despidió diciendo: “y que quede claro que esto lo hago por mi ego y para salvar mi matrimonio”. Tamaña sentencia me dejó una sensación extraña, la misma que siempre siento cuando entro a los chats para ligar con mujeres, y en donde solo encuentro hombres detrás de 2 o 3 que siendo horribles, reciben todos los halagos que en su puta vida jamás se los han dado ni en los bares, por parte de hombres muy ebrios e impotentes.
Joder que esto me recuerda el cómo volvíamos puta a las mujeres en un banco donde trabajé un tiempo. La conspiración partía de enamoramientos en masa y programados, que elevaban la libido de mujeres que siendo cortejadas una a una por todos a su vez, las hacían sentir tan perras y sucias, precisas para mi apetito sexual.
Pero sucede que la gente anda demasiado aburrida por todo. Al menos la gente que conozco. No hay droga que calme su ansiedad ni exceso que les devuelva esa paz, (una paz en concepto; una buena trampa para los buscadores de vidas, los que ya no tienen una para sí).
¿Cambiar de amistades? No es mala la alternativa, pero pasa que tengo 40 años y como que la cosa se me hace más complicada, porque a mi edad, la mayoría de personas son abuelos, o en todo caso no creen en el amor, que para ambos casos, ni soy abuelo, y rayo en la diferencia de no haber superado la experiencia del amor. Como que me he perdido en algunas etapas de mi vida. He dado grandes saltos sin poder evitarlo.
Que debería estar contento por ya no tener que tomar medicamentos que me impidan ser una aparente personal normal, es decir, un paciente compensado. ¿Pero a esto debo llamarle libertad?
Por ejemplo, me gustaría andar ebrio todos los días, pero por razones que no entiendo ni necesito explicar, el alcohol daña mis dientes, y prefiero una sonrisa triste pero completa, a una sonrisa alegre pero de espanto. Más marginal no podría ser. Y me hago llamar escritor.
Sí, un escritor que dejó de leer hace tiempo por saber que los libros que llegaron a mis manos, no respondían en nada a lo que me pasaba en mi adolescencia, siendo la prueba más contundente el hecho que ahora ande medicado, totalmente desengañado de mis ávidas lecturas, de las respuestas de los autores, tan onanistas como yo, ignorantes en todo el sentido de la palabra, y por cierto: mentirosos.
Bueno fuera que eso me bastase para dejar de escribir, el no insistir en seguir creyendo en la literatura, pero tengo mis razones: en algo debo concentrarme para no abusar otra vez de las páginas porno (porque dada las circunstancias, hay días en que despierto solo, y esto es siempre, y ya no sé qué hacer con mi polla, y mi pobre mano echada a ejercer todos sus músculos llega hasta el calambre y el cansancio); sin embargo me queda la certeza que no estoy tan jodido: sé de personas que trabajan duro toda su vida, y su vida no cambia en nada, siguen atrapados viviendo para hacer dinero para otros, bebiendo hasta quedar privados y sin memoria, drogándose para levantar la moral a las horas siguientes que preludian el ingreso a sus oficinas, al estar muertos y no poder gozar de una vida que yo tampoco gozo, que creo, nadie goza. Pero venga, que es demasiada filosofía para empezar a escribir sobre cosas serias, como: ¿cómo no volverse gay después de un encuentro sexual por carencia de mujeres? O: ¿cómo cambio mi vida a mis 55 años para tirarme a todos los adolescentes que en mi pubertad no pude? (Y esto último no lo escribo por mí, que de este tipo de tías me encuentro a menudo en el msn). Mujeres que no soportan sus años, y ansían ser violadas por negros aventajados y malvados, que total, para eso están los sacerdotes y las oraciones: Dios perdona todo, menos ser imbécil. En suma, no perdona a nadie. Y eso lo saben bien ellos, pero a estas alturas, quién anda detrás del consejo de quien no ha vivido nada y se sabe de memoria la Biblia, versículo a versículo, mientras que otra gran mayoría como yo, sigo porfiando en Google, por querer encontrar la forma de hacer dinero fácil, así sea ilegal. Es que un poco de pasta no me vendría mal para comprarme una pastillita azul y follarme una buena mulata que sepa mover las caderas sin que me contagie nada.
Pero es que en la web encuentro de todo, desde mujeres desesperadas por ligar con algún tío solitario, hasta vejetes eruditos sin escrúpulos que me advierten en lo que podría convertirme digamos, en 20 años, casi nada, una miasma. Que es que a mis 40 años eso de entrar al chat no me ayuda en nada. Siempre encuentro mujeres obsesionadas con sus miedos, trastornos que patentan el fracaso de los terapeutas quienes inmediatamente recetan pastillas, en suma, nunca tuvimos remedio.
Pero la realidad es que no tengo pasta ni para una mulata, ni para un porro o una buena botella de vino que seguramente la bebería en soledad, porque eso de andar gastando lo poco de dinero que tenga con otras personas no me va, pese a saber que siempre hago el ridículo desde el msn cuando ebrio trato de digitar decentemente sin dejar de decir obscenidades, tonterías que hacen que me eliminen contactos poco creativos al momento de escribir, de redactar, de decir algo nuevo, totalmente diferente a toda la mierda que leí en mi juventud o escuché en la calle, antes de recluirme en mi habitación y renunciar a un mundo en el que, no quiero entrar, porque no quiero asumir mi papel de imbécil, digamos, por cuestiones de dignidad, aunque mi psicóloga crea lo contrario y diga que es porque no quiero aceptar que soy marica, que ya debo perdonarme o aceptarme y no sé qué más gilipolladas que me asustan. Lo interpreto como una forma de decirme: “no me jodas todas las semanas, consíguete una mujer de verdad y deja de venir con cuentos cada semana que estás como el perro del hortelano, que no me comes ni me dejas comer”. Bueno, ya, no lo interpreto, lo dijo una vez, (esto va por mi orgullo de paciente sin mujer, y si lo lees, te aguantas), o en fin, no sé, alguna mujer debió decirlo, y si no lo dijo alguna mujer, lo escribo entonces, que a fin de cuentas no puedo quedar tan pelotudo a mis 40, 40 años, escritor, solterón, cibernauta, y sin más compañía que una conciencia demente que me desdice cada voluntad de querer hacer algo, a los 5 minutos.
¿Qué esto me pasa solo a mí? No sé si cualquier parecido con la realidad sea una coincidencia, que me importa nada. Total, como poeta ya no puedo escribir más de todo lo superlativo que en algún momento creí, es mejor en estos casos soñar con el gordo de la lotería, como lo hace todo el mundo, o esperar a que me llegue un email donde escrito esté que alguien leyó algo de mí, de esas épocas cuando quería cambiar al mundo, y en compensación, me haya dejado una gran herencia, tan cuantiosa como para seguir en lo mismo, es decir, sin saber qué hacer, o viajar y quedar petrificado por un ataque de pánico en una calle desconocida de una ciudad muy lejana a la casa de papá y mamá, o simplemente comprarme todo lo que quisiera sin dejar de tener la certeza que la felicidad me durará poco, sin chances para volver a amar, o mamar tetas, culos, sexo, alcohol, drogas, sexo, culo, tetas, mamadas bien hechas, sacadas de mierda a algunos tipejos que me deben bastante mordida de polvo, siempre claro, todo pagado a sicarios, y en fin, no sé qué más.
Que si debo ser honesto, he llegado a la edad del hastío, que solo puede ser reemplazado por la magia de una mujer muy bella y demasiado inteligente, y todo por culpa de los libros de mierda que he leído; malformadores de gustos, los culpables de mis exigencias al momento de charlar con una mujer. Y no es que los maricas sean mejor tertuliadores, pasa que han leído más y poseen precozmente la sabiduría que solo una mujer experimentada de 75 años podría brindarme, y en ninguno de los dos casos sería feliz acompañado.
Estoy jodido.
Pero me consuelo en saber que mi estimado lector lo está más que yo. Sí, tú aún buscas la verdad, o quizá ya tienes hijos o un trabajo de mierda, o eres adicto a una droga que te trae de perros, o estás con algún cáncer terminal o eres impotente, o no te gusta ser gay, o simplemente creías en el superhombre hasta que en una borrachera, terminaste sentado en las piernas de algún poeta borracho que luego te folló. No sé, no quise hablar de los demás, solo justificarme o intentar demostrar que el amor existía en las novelas de Corín Tellado, novelas bobas a las cuales no pude soportar, porque graduado en estos rigores no estoy. De ser preciso, soy un fracaso con las mujeres, por no decir que no me hacen caso. ¿Qué es porque no tengo pasta? Si tuviera 20 años, no habría excusa, pero a mi edad, mi perfil griego no ayuda en nada si se trata de asegurar el precio de un trasero que quiere un hombre trabajador, con sus propias cosas, no un escritor sin dinero y que no quiera ni lo uno ni lo otro. Ya lo sé, me odian. No me perdonan que las saque de su mundo, de vidas ya hechas, para luego desencantarlas con mi precaria condición económica. Que no es cierto eso de que se puede vivir en la punta de un cerro por amor, por las noches hace frío, y no es cómodo vivir entre tierra y silos forrados en calaminas, entre perros nocturnos y un estómago vacío que nada tiene que ver con la pasión consumada, la que tiene que ver con el sexo, ese arte que nunca supe aprender, pero que sé, dura poco entre dos personas, hasta que la preñas, y te vas a la mierda, solo porque no tienes dinero.
Ya, ya, que no quise compensar mi situación de escritor sin dinero. Solo que tú mi amigo lector sacaste algunas conclusiones, y como sé que solo los jóvenes leen, quise asustarte un poco, que los bien acomodados, a punta de diazepanes se las arreglan como pueden, entre mujeres poco inteligentes, (pero eso sí, rubias y bien blancas) y deudas al banco, o a la próstata… o al sida.
Je je je.
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Julio Mauricio Pacheco Polanco (Mollendo, 1971).Publicó bajo el sello de Grita Ediciones :El Viejo Libro del Cuero de Mamut(2004) y Los Cantos de la Maldición(2005). Y, entre otros títulos, Los derroteros de la soledad (novela).