Por Pablo Nicoli Segura (nicoli_pablo@hotmail.com)
Indagaciones, no confirmadas, daban cuenta de que se arrastraba por los rincones más olvidados de las azoteas, se tendía en las cornisas o irrumpía por la torre de alguna iglesia abandonada. Los mejores avistamientos habían sido experimentados por niños; uno de ellos lo vio aparecer volando en círculos por el cielo, siendo la Luna llena su testigo. No obstante en boca de la gente las descripciones sobre la entidad tomaban formas inverosímiles. Algunos señalaban que era una mutación humana y otros no se atrevían siquiera a nombrarla. Los indicios hallados eran muy variados: paredes carcomidas, farolas convertidas en hierro retorcido, estatuas desprendidas de su base y ventanales arañados. Pero la prueba inobjetable de su hostilidad yacía en las perturbadas mentes de las madres, que no lograban reconocer a sus hijos ultimados.
El director de la gaceta demandaba respuestas.
-¡Quiero una explicación razonable y un artículo sobre mi escritorio, mañana a primera hora!
Como reportero no tuve mejor idea que encender el grabador, subir a la edificación más alta del pueblo y observar desde el frontispicio. No pareció ser mi noche, pues nada excepcional aconteció. Afligido por la incomodidad y desalentado por mi fracaso, me di vuelta para regresar y fue, entonces que colgando del capitel, descubrí sus dientes…
El director de la gaceta demandaba respuestas.
-¡Quiero una explicación razonable y un artículo sobre mi escritorio, mañana a primera hora!
Como reportero no tuve mejor idea que encender el grabador, subir a la edificación más alta del pueblo y observar desde el frontispicio. No pareció ser mi noche, pues nada excepcional aconteció. Afligido por la incomodidad y desalentado por mi fracaso, me di vuelta para regresar y fue, entonces que colgando del capitel, descubrí sus dientes…
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